La ruta del sábado era especial. No nos reuníamos exclusivamente para dar pedales, esta vez la ocasión requería celebrar por todo lo alto de la nueva máquina de Saro. Tras un largo mes de espera en el que le consumía la impaciencia, por fin el viernes le hacían entrega de su flamante Trek Ex.

Tras una convocatoria con poco éxito, acabamos reuniéndonos por el comando Arganda, Saro, Tomás, Jorge y yo. Del comando Mostoles Javilitro, y Luís el señor de los platos, que en un principio venía, pero acabó durmiéndose. Finalmente Luís decidió coger la flaca y presentarse en Chinchón por carretera.

A las 9 en punto estábamos ya todos listos en el polideportivo de Arganda. Por delante teníamos 65 kilómetros de fácil pedaleo, en los que visitariamos la emblemática ciudad, bueno pueblo, de Chinchón.

Empezamos por el carril bici, pero tardamos muy poco en salirnos de él. La idea era cogerlo solo a la vuelta. Por lo que cogimos una trialera de tierra suelta que nos subiría hasta el puente de hierro. El día había amanecido fresco, pero la trialera nos hizo rápido entrar en calor.

Una vez coronado el puente de hierro, nos esperaba una suave pista hasta las graveras de Morata. Llevábamos buen ritmo y las condiciones eran óptimas para la práctica de este deporte.

Desde las graveras de Morata, llegaba el primer plato fuerte del día. Descenso del bosquecillo. Qué decir de este tramo, todo el que lo conoce lo ama. En el primer tramo hasta el puente, predominan las grandes pendientes llenas de piedras y roderas, y los escalones en curvas imposibles. En el segundo tramo se adentra uno dentro de un pinar siguiendo un sendero revirado entre pinos y saltos de infarto.

Antes de que nos demos cuenta estamos en Morata del Tajuña. Atravesamos sus calles dirección a la vega, comentando el descenso que nos acabamos de marcar.

Al entrar en la vega, la temperatura cambia. La cercanía del río y la montaña que tapa el sol, nos hace sentir, de nuevo, el frío en los huesos. Por delante cinco kilómetros hasta que salgamos a campo abierto y enfilemos la antigua vía del tren de los cien días.

La subida a Chichón por la vía es rápida. Aunque es subida constante, el poco desnivel permite llevar buen ritmo. Lo que hace que después de dos horas dando pedales nos plantemos en la plaza de Chinchón. Yo hice la entrada triunfal en la plaza pues Saro me había dejado su nueva bici unos kilómetros antes. A partir de aquí, Saro con su gran corazón, fue dejando su burra nueva a todos los que íbamos, para que nos muriéramos de envidia, y no de la sana, precisamente.

En la plaza de Chinchón, en la que se conservaban aun vestigios de las pasadas fiestas taurinas, nos esperaba Luís con su flaca. Llevábamos 35 kilómetros, Luís 50. Era el momento idóneo para el avituallamiento. Aparcamos las burras y nos apalancamos en la terraza de siempre para que nos vacilara un rato la camarera. Esta vez no se acordaba de Luís, pero prometió hacerlo en lo sucesivo. La recuperación la llevamos a cabo con un buen par de platos de patatas con huevo, jamón y chistorra. Acompañado de cervecitas, coca-cola, etc.

Saro aprovecho la inauguración de la bici para hacerse cargo de la cuenta. Menudo detalle. Día perfecto de bici y almuerzo por la face, que más se puede pedir. Gracias Saro. Qué Díos te premie económicamente para que puedas comprar bici todos los meses.

Nos demoramos bastante en la terracita, se estaba de película, pero por delante nos quedaban 30 kilómetros en los que todavía había que salvar alguna pendiente.

Nos despedimos de Luís y emprendemos el camino de vuelta. El descenso por el cañón hasta el cruce de Titulcia es espectacular. Muy rápido, metido dentro de un cañón con vistas increíbles. En muchas ocasiones se reduce la velocidad solo para contemplar el paisaje.

El peaje a pagar por disfrutar de semejante descenso es la subida al pico que te lleva de vuelta a Morata. El primer tramos es muy técnico y difícil, pero todos los salvamos sin poner el pie. La segunda parte es una rampa constante que te hace soltar todo lo que te queda, pero conseguimos coronarla todos sin incidencias. De ahí nos quedaba el tercer descenso del día que nos llevaría a Morata del Tajuña. Con el terreno tan seco solo ves los derrapes del que llevas delante, menuda polvareda.

Ritmo rápido por los llanos hasta Morata. En la entrada decidimos parar a tomar unas barritas pues el cansancio empezaba a hacer mella y todavía nos quedaba la subida por el carril bici hasta la cementera de Arganda.

Las piernas iban ya tocadas y la subida se nos atragantó. A unos más que otros, pero lo conseguimos. Ya estábamos en Arganda y solo quedaba despedirnos y tirar cada uno para su casa. Al final, 63 kilómetros en la mejor compañía que se puede tener para practicar este deporte.

Esta entrada fue escrita el lunes, 24 de octubre de 2011 a las 10:01 y archivada en Salidas mountainbike. Puedes seguir cualquier respuesta a esta entrada a través del feed RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu propio sitio web.